La paz ciudadana

Vivir en paz es una pretensión permanente de los seres humanos modernos. La civilización humana ha evolucionado, profundizando el propósito inamovible de convivir en armonía como la gran hermandad que deberíamos constituir todos, aunque no en todas las ocasiones logremos comportarnos como tal. La humanidad cambia y junto a su desarrollo progresa la coexistencia pacífica entre las naciones, la fraternidad entre los pueblos y las relaciones cordiales entre gobiernos, organismos, tendencias políticas o individuos. Hoy es una meta lograr la integración mundial y practicar una conducta serena, pacífica, que favorezca la interacción estrecha entre la gente. Para ello se acortan las distancias, la lejanía geográfica deja de ser un obstáculo para acercarse y las fronteras pierden su sentido. Algún día los seres humanos nos convertiremos en ciudadanos del planeta y nuestro hogar será el mundo, no una porción determinada de la Tierra.

 

La paz continúa siendo la conducta mayoritariamente aceptada, mientras la violencia va quedando desfasada o al menos como la última opción ante determinados conflictos. Cuando se acude a la violencia se supone que fracasó, por alguna causa, el diálogo para lograr un entendimiento. En este siglo la civilización opta por el diálogo y las soluciones inteligentes. Sin embargo, vivir en paz va más allá de los efectos repugnantes del crimen organizado, el narcotráfico o el terrorismo. ¿Se puede vivir en paz cuando no hay libertad, no se respetan los derechos humanos, ni existe democracia y un estado de derecho?

 

No es posible que un ciudadano viva en paz si ante cada individuo, de manera ininterrumpida, la represión desde el poder se manifiesta con violencia física o sicológica, como reacción represiva ante motivos disímiles, ya sea por expresar las personas sus pensamientos, pasando por la represión cruel cuando la gente busca aliviar su precariedad económica y moral, o por buscar “ilegalmente” un ingreso mínimo para obtener la comida del día, pues transgredir la “legalidad” es la forma de sobrevivir. Mientras las personas viven en estado de subsistencia la ley de la selva impera por encima de la dignidad, sacrificándose los principios y valores más nobles para lograr subsistir; así los más salvaje instintos del ser humano florecen y se vive en estado de lucha permanente, no hay tiempo para nada más.

 

Vivir en paz no significa únicamente estar exento de padecer las consecuencias nefastas del terrorismo, el crimen organizado o el narcotráfico; tampoco existe paz sin libertad, ni libertad con dictadura. ¿Los cubanos podemos vivir en paz?